Photo: Zen Paintings of Sato Zenchu (1934)
from terebess.hu
|
Al doblar un recodo se encontraron con un paso especialmente dificultoso. Era imposible seguir adelante sin llenarse de barro y una joven, vestida con un kimono de seda ceñido por un cinturón de tela, lo contemplaba dubitativa, incapaz de decidirse a cruzar.
- Ven aquí, muchacha- le digo ensequida Tanzan.
Y, levantándola en sus brazos, la cruzó resueltamente, depositandola en el suelo al otro lado del barrizal. La joven le dio amablemente las gracias y siguió su camino.
Aquella noche, Akido no pronunció una sola palabra hasta que llegaron a un templo donde les ofrecieron hospitalidad. Allí, ya no pudo contenerse más:
- ¡Nosotros los monjes no debemos acercarnos a las mujeres! -dijo en tono de reproche a su compañero- Y especialmente si son jóvenes y hermosas. Es muy peligroso. ¿Por qué cogiste en tus brazos a esa muchacha?
-¡Vaya!- respondió Tanzan- Yo dejé a esa joven al otro lado del lodazal, pero veo que tú todavía la llevas a cuestas..."
Si es que las palabras que más ahogan son las que no se dicen...
No hay comentarios:
Publicar un comentario