A quienes no la conozcáis, os quiero presentar hoy a una mujer maravillosa, Maria Joao Pires (enlace en wikipedia). Ella es concertista y solista de piano. En su currículum figura que es especialista en Mozart, y que la crítica considera sus duetos de Chopin de los mejores registrados hasta la fecha.
Pero no es por eso que os la presento hoy.
En una ocasión, empezando un concierto, Maria Joao entró en pánico. Delante del piano, delante del director, del resto de la orquesta, delante del público que abarrotaba la sala de conciertos. María se quedó bloqueada.
¿El motivo? La orquesta había empezado a tocar un concierto diferente al que ella esperaba. Se había preparado otra pieza. Si queréis ver qué ocurrió después, os invito a ver el vídeo y a seguir leyendo después...
(Permitidme que os cuente yo también qué ocurrió, al estar el vídeo en inglés y holandés -no lo he encontrado ni siquiera subtitulado-).
María quiere tocar la pieza con una ejecución perfecta, sin un solo fallo, como se espera de ella. Se aterroriza cuando se da cuenta que la pieza es diferente ¿Cómo va a salir de ésta? Y se paraliza. Le dice a su director completamente en shock: "lo puedo intentar".
Pero no quiere, ¿cómo va a intentarlo? Debe tocar o no tocar, no quiere tocar a medias, improvisadamente, sin haber ensayado lo suficiente.
Pero su director, que la conoce y sabe su capacidad, le dice que toque, que ya conoce la pieza de haberla tenido en su repertorio el año anterior. "Lo harás bien", le dice, "tendrás éxito, la conoces bien".
Finalmente, empieza, de manera errática, forzada y dubitativa, tanteando... Y ocurre la magia: el cerebro reconoce la actividad y responde con la memoria. Según su director, con una ejecución perfecta, sin un solo fallo. Memoria prodigiosa, es cierto, pero también entrenada. ¿Cuantas horas puede haber pasado Maria Joao al piano? ¿Cuantas veces habrá tocado ese concierto?
Esta anécdota puso en marcha sus recursos para afrontar una situación que la paralizó de miedo. Su apoyo en ese momento, el director, la empuja a moverse. De lo contrario, quizá se hubiera quedado sobre la banqueta, asustada e intentando recordar cómo era la melodía con exactitud. No lo sabremos. Pero se movió. Salió del paso sin gustarle como, eligiendo entre lo malo (no tocar) o lo menos malo (tocar de manera diferente a como le gusta hacerlo).
En muchas ocasiones solo nos movemos cuando se dan las "circunstancias favorables" para hacerlo, o sólo después de haber "explorado todas las alternativas". Está bien jugar a las estrategias, y es útil y gratificante pero en muchas ocasiones el análisis excesivo para decidir cómo nos movemos lleva al movimiento "cero".
El miedo a pifiarla gana.
Sufriendo con ella, Maria nos regala su solución a su crisis. Ella asumió traicionarse a sí misma y a su manera de trabajar, sufriéndolo a su vez.
La pregunta es clara: ¿Qué riesgo estás dispuesto a asumir si quieres empezar a moverte?
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