- Estoy bastante
agobiado.
- Tú dirás..
- Lo estoy
llevando bastante mal con mis padres, especialmente con él. Creo que la causa
es la empresa.
- ¿Te refieres a la empresa familiar? ¿Esa que dejaste?
- Bueno, no
exactamente eso. Yo la asumí en su momento, es lo que se esperaba de mí y es
para lo que me preparé… Pero pasado un tiempo no aguantaba
más y me puse por mi cuenta. Estaba harto que me dieran toda la presión y ninguna autonomía. No me dejaban.
- ¿Y qué te
reprochan ahora? ¿Que ahora vaya mal?
- No, eso no.
Hablé con mi hermano, que en un principio tenía que ser mi mano derecha, e
hicimos el traspaso. Ahora lleva él la empresa, la cosa no va para echar
cohetes, pero como va funcionando y no quiere hacer cambios, todos contentos… Y
aunque tengo mi propio negocio, a veces me consulta y le ayudo.
- Quitándote
tiempo?
- Si, a veces
voy bastante estresado, pero a mi también me está yendo bien, de manera que por
ahora puedo.
- Entonces, el
problema está en que…
- … No dejan de
criticarme. Antes era sobre la empresa, que si las ventas tal, que si no sé
donde voy… Creía que al marcharme, se acabarían los reproches… Pero ahora es
peor: que cómo educo a mis hijos, el tiempo que les dedico, que si con mi nueva
empresa no tengo tiempo… Nos hemos peleado varias veces, porque cuando no puedo
más exploto.
- ¿Qué crees que
ocurre?
- No lo sé… creo
que no me perdonan que me haya ido. No entienden que me estoy construyendo mi futuro,
y que es lo que quiero hacer.
- Me recuerdas una historia:
Había una vez una pata que había
puesto cuatro huevos. Mientras los empollaba, un zorro atacó el nido y la mató.
Pero, por alguna razón, no llegó a comerse los huevos, y éstos quedaron
abandonados en el nido. Una gallina clueca pasó por ahí y encontró el nido descuidado.
Por instinto, se sentó encima de los huevos para empollarlos.
Al poco tiempo nacieron los
patitos, y naturalmente tomaron a la gallina como su madre, y empezaron a
seguirla allí donde ésta iba. Se esforzaban por imitarla, y si no podían coger
gusanos, ella se los daba.
Un día, dando un paseo, llegaron
a un estanque, y los patitos nada más verlo se zambulleron rápidamente,
empezando a nadar con toda facilidad.
Desde la orilla, la gallina empezó a cacarear desesperada, pidiéndoles que salieran del agua. Mientras los pequeños chapoteaban alegres, ella temía que se ahogaran.
Al cabo de un rato, se acercó el gallo y protestó en voz alta y airadamente, diciendo que no se podía confiar en los jóvenes. Uno de los patos lo oyó, se giró y le respondió:
- “Nosotros nos hemos metido en el agua y encontrado nuestro hogar, pero tú no nos puedes culpar de haberte quedado en la orilla”.
Desde la orilla, la gallina empezó a cacarear desesperada, pidiéndoles que salieran del agua. Mientras los pequeños chapoteaban alegres, ella temía que se ahogaran.
Al cabo de un rato, se acercó el gallo y protestó en voz alta y airadamente, diciendo que no se podía confiar en los jóvenes. Uno de los patos lo oyó, se giró y le respondió:
- “Nosotros nos hemos metido en el agua y encontrado nuestro hogar, pero tú no nos puedes culpar de haberte quedado en la orilla”.
- Quizá todos tengáis razón, desde vuestro punto de vista... Lo importante es cómo conseguir que dejes de sufrir defendiéndote.
Cuento: "La gallina y los patitos" dentro de "Déjame que te cuente. Los cuentos que me enseñaron a vivir", Bucay, J. RBA, 1999
http://www.fotocommunity.es/pc/pc/display/25274985 Foto de Rocío Diaz.
Muy bueno, curioso, curioso...
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