lunes, 12 de marzo de 2012

Cruzando el río

Cayo Julio César (100 a. C.- 44 a.C) (bio) se enfrentó a una decisión vital en el año 49 a.C. , en una época de guerras civiles en la República Romana. Se disponía a volver a la capital después de 8 años fuera. En ese tiempo había conseguido conquistar por fin la Galia. Mientras tanto, sus enemigos se habían hecho fuertes en Roma, pero temían la ambición de César. Volvía como un general victorioso y muy popular, tan popular como temido.

Yendo hacia Italia, Julio llegó con sus tropas a la orilla del río Rubicón, un arroyo que servía de separación natural y legal entre la Galia y Roma. Si lo cruzaba con su ejército, infringía una ley sagrada: ningún general con sus ejércitos podía entrar armado a la ciudad. Si no lo hacía y se quedaba en la Galia, tarde o temprano le hubieran atacado, no podía eludir la batalla. Si lo hacía y fracasaba, él y sus herederos caerían en desgracia para siempre. Si lo cruzaba y triunfaba, ganaba una posición privilegiada a sus opositores y ganaría la guerra Civil, convirtiéndose en Dictador. La decisión era a todo o nada, y Julio cruzó. Los cronistas de la época le atribuyen a ese momento el famoso “alea iacta est” (la suerte está echada).  Desde entonces, con la expresión “cruzar el Rubicón”, se describe la toma de decisiones comprometida y arriesgada.

¿Cuánto cuesta tomar una decisión? Podemos intentar eludir la pregunta con un “pues depende de cual se trate”. Pero lo cierto es que la toma de decisiones lleva consigo un regalo envenenado: tener que enfrentarse a la Incertidumbre. Nos asaltan pensamientos como “¿Estaré haciendo bien?”, “¿Lo podría haber hecho mejor?” ,“¿Lo he tenido todo en cuenta? “, “Y después, ¿qué?”

El malestar de la incertidumbre es tal, que a menudo se vinculan estereotipos de liderazgo, fortaleza y éxito a la ausencia de dudas a la hora de tomar decisiones, por más pequeñas e insignificantes que puedan parecer. 

¿César no dudó? Y si dudó,  ¿Cómo pudo gestionar tanta incertidumbre? Los historiadores coinciden en resaltar que disfrutaba de los juegos de azar, como los dados. Trasladaba esa manera de ser  “jugador” a otros ámbitos: asumía que al margen de sus cálculos y maniobras, había siempre un componente de azar en lo que podía ocurrir. Se centraba en asumir ese azar como una parte más de la situación a manejar, no como el problema principal.

Y sobretodo, intentó siempre hacer algo diferente a lo que sus oponentes esperaban de él. Tenía claro que los cambios empezaban por él mismo: Cambiando él, cambiaba la situación.




Fuente: "Rubicón, auge y caída de la República Romana", Holland, T. 2003
Foto: "César atraviesa el Rubicón" s. XV http://www.artehistoria.jcyl.es/granbat/obras/28294.htm

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