domingo, 4 de diciembre de 2011

Etiquetas y Lentejuelas

“ … si, yo generalmente ficho a la gente en seguida, con el primer minuto tengo suficiente… y no me equivoco casi nunca”.

¿Os suena?

Nuestro cerebro es una herramienta muy eficiente. Cuando hace un trabajo y lo acaba, es capaz de hacerlo utilizando el mínimo de recursos.

Un ejemplo (clásico) de esto es cuando empezamos a conducir. Después de prácticas repetidas, el cerebro toma el control: automatiza las decisiones más rutinarias y nos deja más “espacio para trabajar”. Podemos escuchar música, fumar, charlar con el/la que tengamos al lado, etc. Llegamos incluso al extremo de llegar a nuestro destino y no recordar si nos hemos saltado algún semáforo o no… Porque sencillamente no nos acordamos, no éramos conscientes de esas decisiones, aunque las estuviéramos llevando a cabo correctamente.

Con otras cosas que hacemos pasa igual: intentamos automatizar las decisiones que nos requieren cada vez menos esfuerzo. Es fácil pensar que por norma general, cuanto más hagamos una actividad, menos esfuerzo mental nos requerirá.

Y esto cobra especial importancia cuando resulta que, como buenos animales sociales que somos, la mayor parte de nuestro tiempo lo pasamos relacionándonos con los demás.

De manera constante (e inconsciente) buscamos esquemas que se repitan y después los relacionamos con personas y situaciones que hayamos experimentado antes. Y de manera instantánea, ponemos en marcha una serie de creencias.

Nuestras creencias (dejo a un lado las religiosas) nos permiten ordenar el mundo de una manera rápida. Son atajos desde los cuales podemos reconocer y clasificar aquello que ocurre a nuestro alrededor y también nos ocurre a nosotros.

Algunas de ellas vienen de la propia experiencia. Otras las creamos a partir de aquello que otros nos han explicado. Aceptamos esas creencias como verdades porque a esas personas les damos credibilidad.

Nuestras creencias nos indican también cómo deberíamos actuar ante determinadas situaciones, e incluso nos anticipan cómo actuaran determinadas cosas o personas.

¿A que son útiles? Sabemos de antemano que muy probablemente, si nos comportamos de “ésta” o “ésta otra manera” con “éste” o “éste otro” tipo de personas, obtendremos “éste” o “éste otro” resultado. Y muchas veces, ¡podemos hasta prever cómo reaccionará determinado tipo de persona!

Pero, ¿qué pasa si “resumimos” demasiado? ¿Qué hace nuestra mente cuando nos acostumbramos a creernos las creencias y no las cuestionamos? Por un lado podríamos decir: “bien, entonces más eficientes seremos, porque esto de estar todo el rato cuestionando cosas es muy cansado”.

Pero en lo que se refiere a nuestra relación con los demás, simplificar demasiado nos puede llevar a seguir Estereotipos y etiquetas.

Tomaremos decisiones sobre nosotros mismos en función de estos estereotipos y la manera que nos presentamos ante el mundo.

Y entonces caemos en terreno espinoso. Clasificamos el comportamiento que vamos a tener o vamos a prever de cada persona sólo en función de la categoría que le otorgamos. Por lo que nos parezca ser esa persona. Y la etiquetamos. Las etiquetas pueden ser “bueno/a”, “malo/a”, “listo/a”, “tonto/a”,“simpático/a”, “tímido/a”, por decir sólo algunas, y no precisamente las peores…

Ordenamos y colocamos: Por ejemplo, pensar que una persona tiene un alto nivel cultural y será honrado y educado… porque lleva traje y corbata.

Algunos de ellos van cambiando. Poco a poco. Un ejemplo claro son las etiquetas sobre lo que hombres y mujeres somos o hacemos en nuestra sociedad. O lo que pensamos. O lo que sentimos. O los papeles que cada uno de nosotros creemos que podemos jugar.



Uno de los riesgos del uso de creencias, estereotipos y las etiquetas es el no cuestionarlas nunca. Porque limitan nuestra visión, la hacen cada vez más pequeña. Nuestro mundo y las posibilidades nuevas se van limitando.

Pero son muy poderosas. Nos seducen con la promesa que son ciertas, infalibles, fáciles de manejar… Y algunas de ellas no ceden terreno fácilmente, están muy arraigadas… o estamos muy acostumbrados a manejarnos con ellas.

Con todo esto, ¿qué os viene a la cabeza con esta foto, bastante popular hace algunos días?


O podemos pensar lo que cantaba el grupo Blur (Stereotypes, 1995):

There must be more to life (En la vida tiene que haber algo más)
Than stereotypes (que estereotipos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario