miércoles, 12 de agosto de 2015

Vivir en el presente

En la actualidad parece imprescindible responder a todas las exigencias, internas y externas. Y aunque lo intentemos es difícil anticiparse. El estrés, la insatisfacción, la frustración aumentan… Y también la sensación de vacío que, según dicen, se produce porque no hemos encontrado aún el modo de ser felices con lo que hacemos. 

Cuando aparece un problema nos piden una solución inmediata y hacemos lo mismo con nosotros mismos. Y la necesitamos ahora, ya, no queremos perder mucho tiempo, que hay mucho por hacer.

Pero tenemos una ayuda: Cual superhéroe, la Autoayuda prefabricada se ha actualizado en internet. Su superpoder es dar la respuesta antes de formular la pregunta. Una solución sencilla, además: Una sola foto en facebook, o en ese grupo de whatsapp de padres del cole de la niña. Pero viéndola, la solución queda clara: 


 Lo llaman el “centrarse en el Aquí y Ahora”. Y se abre la veda, porque la expresión se ha puesto de moda y se mete todo bajo la misma etiqueta. Encontramos prácticas y técnicas realmente útiles para cuidarse o para aprender nuevas habilidades o cómo manejarse con las que ya se tiene. También grupos y personas con escaso propósito terapéutico, donde el interés reside en ejercer una influencia o lucrarse de los demás, aprovechando que están en un momento de desorientación y dificultades.
   
Hay otra vertiente muy importante a tener en cuenta, la que me interesa hoy: Cómo cada persona dirige y lleva a cabo ésta búsqueda y los cambios que hace en su vida para sentirse mejor, lograr más autoestima, manejarse en el entorno actual. Todos queremos estar bien, pero es muy importante tener en cuenta esto: 

Vivir “en el presente” no se debe confundir con vivir “para el presente”.

Vivir en el presente, prestando atención a nuestras sensaciones complejas acerca de lo que es bueno para nosotros, no es lo mismo que vivir para el presente, que implica simplemente hacer aquello que nos hace sentir bien, sin tener en cuenta las consecuencias. (*)


Vivir en el presente consiste en realizar un ejercicio voluntario de reflexión, de concentrar nuestra atención en un punto, en una respiración, en una situación. Es aprender a centrarse en lo que uno está haciendo, sintiendo, pensando en un momento dado. 

Es atreverse a ser autocrítico y a la vez aprender a quererse, dándose permiso para ser autocompasivo cuando realmente no se llega a más, o se ha hecho lo posible. Porque quien hace lo que puede, no debería sentirse obligado a más. 

También implica ser coherente y dar a los demás el mismo trato que uno/a se esfuerza a darse a si mismo y que le gustaría recibir. Escuchando y hablando, valorando, respetando y protegiendo. 

Nos han convencido que la multitarea es lo más. Pero no es lo único. Para poder vivir en un entorno exigente y no morir en el intento cada vez será más necesario dominar dos habilidades: 
  • La capacidad de concentración y atención a aquello y aquellos que importan.
  • La capacidad de priorizar y dejar ir.

No es un camino de héroe solitario. Requiere la compañía de otros, aquellos que nos quieren y a los que posteriormente conoceremos. Y es un camino de autonomía, donde cada uno puede tomar sus propias decisiones teniendo en cuenta a otros, asumiendo la propia responsabilidad. Donde en el otro encontramos nuestro reflejo, el apoyo mutuo o también el desacuerdo, que no pasa nada.

Somos gregarios: nuestra supervivencia, nuestro desarrollo y nuestra evolución física y emocional se basa en gran parte en las relaciones que establecemos y de pertenecer a algo, un grupo de referencia (o varios). La psicología ha demostrado que sin relaciones de calidad y significativas, tener dinero o salud pierde sentido. 

En cambio, cuando alguien se dedica a vivir para el presente, generalmente busca sólo sentirse bien, y su manera de conseguirlo es a lo Maquiavelo: importando sólo el fin, justificando los medios. No se mira más. No hay reflexión. No se mira hacia dentro, casi todo es hacia el exterior (a veces con apariencia de interior). Quien vive para el presente se esfuerza mucho, muchísimo, pero por la aprobación exterior, el reconocimiento. Cualquier indicio de cambio o de reflexión interior o “lo que duele”, es evitado. A veces, porque la vulnerabilidad es demasiado grande. 

Lo muestran: 
  • Centenares de selfies en los gimnasios marcando posturas imposibles para mostrar trabajadas anatomías, publicar las marcas de autosuperación diarias en running, selfies en los velatorios.
  • Sólo pensar en lo inmediato y el placer personal y distanciarnos de otras decisiones que también nos afectan pero de las cuales nos des-responsabilizamos porque no las podemos atacar directamente (“eso es de otros”, “a mí me da igual lo que pase, mañana tengo que madrugar igual para ir a trabajar”). 
  • Sólo relacionarse con quienes “me entienden” y piensan como uno/a, sin crítica ni reflexión sobre lo que se está haciendo.

Es el estilo de la autoayuda prefabricada, la que dice lo mismo en todos sus libros utilizando rutas diferentes. Como psicóloga no me cuadra que realmente aporte un bienestar real y duradero: Se vende una búsqueda de la felicidad que nunca incluye la reflexión profunda y compartida entre iguales. Como siempre, hay uno/a que enseña (quien escribe) y sus alumnos (los que compran). Fomenta el aislamiento, a centrarse en el propio ombligo, que lo llaman “el propio camino hacia la felicidad que TÚ realmente te mereces”.

Se basa en un “supérate a ti mismo para que te acepten”, “ten una actitud correcta”, “sé un líder”. Es individualista e impersonal. 

Invita a adoptar nuevas ideas pero igual de rígidas que las que han llevado al malestar. Evita que se adopte una cierta flexibilidad mental, donde no sea necesario creerse una idea para explorarla.

Acaba aislando, porque vende la idea del uno diferente y excepcional. Una caricia falsa para el ego herido. 

¿La consecuencia? Se consumen más libros de autoayuda que nunca, cada día salen nuevas terapias, nos preocupamos cada vez más de la calidad de lo que comemos y de la vida que llevamos. Pero parece que no es suficiente para avanzar. Nunca hemos estado tan conectados y mucha gente se siente sola. Desde la lógica del vivir para el presente, ser feliz pasa por tomar conciencia de uno como único y que, por lo tanto, todo lo que haga deberá ser especial y ser demostrado constantemente. Para ser único, los demás me lo deben reconocer tanto (o más) como yo mismo. O me siguen o no hay trato.

Olvida voluntariamente que los grandes avances humanos se han producido cuando grupos de personas han aparcado parte de sus diferencias e intereses personales para conseguir objetivos comunes y colectivos, que den bienestar a otros más allá de ellos mismos. 

Obvia que ya cada uno desde el nacimiento somos únicos por nacimiento, genética, historia y personalidad. Nos focalizan en trabajar para una excepcionalidad que ya está solucionada sin trabajo y sin pedirla. Distraen de lo realmente importante: vivirla. 

Atreverse a vivir

En el vivir en el presente, la reflexión no es culpabilización, ni fustigarse por no tener “la actitud”, ni dar vueltas a un mismo pensamiento hasta que nos autoconvencemos de que nos conviene. 

Consiste en ser capaz de hacer un ejercicio de honestidad ahora y preguntarse hacia dónde nos está llevando nuestra manera de funcionar. Puede que descubramos cosas que no nos gusten de nosotros mismos y que tengamos que afrontarlas cara a cara. Y hacer cambios de verdad, sin postureos. Quienes están dispuestos a hacerlo también descubren nuevas vías y en muchas ocasiones la fortaleza necesaria para cambiar. 

Hay que dar la enhorabuena a quienes quieren vivir en el presente, porque son valientes sólo con planteárselo. Y aunque también cueste, la recompensa es de menor intensidad pero más duradera. Es una satisfacción existencial.
Resumiendo: ¿Cuál es la diferencia entre conseguir una autoconciencia genuina y no prefabricada o comprada? El altruismo y la responsabilidad propia. Creo que hay pocos libros de “autoayuda” con estas palabras impresas.

Quienes trabajan en autoconciencia y conciencia de los demás, saben que un estado de felicidad y subidón permanente es imposible. Viven y disfrutan las bocanadas de satisfacción que la vida les proporciona. Crean, en lo posible, las condiciones para que se produzcan. Construyen y co-construyen con los demás. Cuando ocurre, se concentran en disfrutarlo. Y el tiempo parece pararse, porque es un momento perfecto por sí mismo. Sin necesidad de magia y gestionando la frustración, crean magia.  

(*) Cita extraída de Greenberg, Leslie S. y Paivio, Sandra C. "Trabajar con las emociones en psicoterapia" Pág. 39. Ed Paidós (1997).

No hay comentarios:

Publicar un comentario