Es una viñeta de tantas que circulan por internet y que, con propósito pedagógico, dice a los adultos que si los niños no tienen los caprichos que quieren no pasa nada, que aprendan a frustrarse, que es positivo, y que más frustraciones les dará la vida. Correcto. Actualmente muchos profesionales sufren la llamada falta de tolerancia a la frustración creciente de la sociedad que estamos construyendo. Las consecuencias ya las estamos viendo, desde Síndromes del Emperador (niños tiranos) a una creciente falta de gestión de emociones negativas. Una de las consecuencias más extendidas son las adicciones.
Pero hoy no sigo por ahí. Mira de nuevo la imagen y observa concretamente la actitud del adulto, ¿Qué te dice?
Está de perfil, no vemos su cara, tapada por la capucha. No es importante que sepamos quien es. Está desanimado: hombros caídos, cabizbajo, manos en los bolsillos. No parece la actitud de quien realmente quiere educar al nene caprichoso que quiere el smartphone, si no el de alguien rendido a la frustración que le pide al niño que aprenda y acepte que cuanto antes se rinda, mejor.
Ahí es donde me ha explotado la cabeza, en la asociación frustración-pasividad y de rebote, en la asociación aceptación-rendición.
Cuando nos ponemos ante la realidad y los hechos, querramos o no, los percibimos e interpretamos según un filtro personal. Con la interpretación tenemos “lo que nosotros hemos entendido”. Es una opinión, cada uno tiene la suya. Después hacemos nuestra representación, es decir “qué significado tiene esto para mí”. Y ahí empieza el lío, porque la respuesta que demos, la que sea, será según lo que haya representado para nosotros. Y si nos gusta o no, si toca algo interno que duela o no.
No he podido evitar acordarme del cuadro de Stephen R. Covey en el que diferencia los diferentes estilos de lenguaje (*):
Lenguaje Reactivo
|
Lenguaje Proactivo
|
No puedo hacer nada
Yo soy así
Me vuelve loco
No lo permitirán
Tengo que hacer eso
No puedo
Debo
|
Examinemos alternativas
Puedo optar por un enfoque distinto
Controlo mis sentimientos
Puedo elaborar una exposición efectiva
Elegiré una respuesta adecuada
Elijo
Prefiero
|
Las palabras son eso, palabras, pero donde radica su fuerza es en la carga simbólica que les damos y en su impacto en nuestras emociones. Por este motivo decía Freud que “las palabras curan”. Pero también pueden hacer un gran daño, a menudo por acumulación. Recuerda que también “la pluma hiere más que la espada”.
Un lenguaje más proactivo invita a la acción y a procurar modificar aquello que nos afecta. Un lenguaje reactivo invita a tener una actitud pasiva, con poca intervención y delegando a los demás o a las circunstancias las responsabilidades si, pero también los motivos de éxito y/o fracaso de lo que nos ocurre.
La frustración es un sentimiento, y una herramienta. Su bondad o maldad dependerá del uso que se le dé:
- A un niño se le puede enseñar que sentir frustración es sano, porque no se puede conseguir fácilmente y con una varita mágica todo lo que se desea. Existen límites. Pero por ser límites no son necesaramente limitantes. Muchisimos de ellos son salvables, se trata de buscarlos. En este caso, una frustración es positiva, porque nos puede poner en movimiento hacia algo conseguible.
- Si se ve la frustración con impotencia, podemos llegar a rendirnos, porque “para qué moverme” y pensar que una cosa no conseguible puede representar que muchas otras cosas más no lo serán, sin probar nada diferente. La frustración será entonces negativa.
Si siempre vinculamos frustración con rendición, alguien se beneficia de nuestras derrotas, generalmente quien procura que nos sintamos frustrados sin solución. Pensar en un movimiento diferente y hacerlo puede romper este ciclo “vicioso”. Y la mayoría de las veces, no es necesario un gran movimiento.
Como decía aquél “cuidado con lo que te dices, que te lo puedes creer”
Ilustración: www.e-faro.info
Cuadro extraído de “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva” R. Covey, Stephen Ed. Paidós Plural
No hay comentarios:
Publicar un comentario